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“El agua es un recurso natural que cada vez será más escaso, por lo que intervenir uno de los cursos de agua más importante a nivel nacional es, por decir lo menos, irresponsable”, sostuvo la geofísica Fernanda Ochoa.
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Más de una década lleva Colbún S.A., de la familia Matte, intentando construir la Central Hidroeléctrica San Pedro, utilizando las aguas que del río con el mismo nombre, en la comuna de Los Lagos (región de Los Ríos). El proyecto contempla la instalación de un embalse (con una generación máxima de 170 MW), una subestación eléctrica y una línea de transmisión de alta tensión que alcanzaría una longitud de 40 kilómetros, todo eso con una inversión total de US$ 607 millones y un plazo de construcción de 44 meses.
En diciembre pasado, la empresa presentó el Estudio de Impacto Ambiental (EIA) correspondiente al proyecto “Adecuaciones Central Hidroeléctrica San Pedro” (US$ 442 millones), aunque en el año 2008, había obtenido una Resolución de Calificación Ambiental favorable. Al año siguiente se iniciaron las primeras obras, pero en el 2011 debieron ser paralizadas al registrase deslizamiento de material en la ladera sur, presencia de grietas en la ladera norte y fallas en el cauce del río.
En 2015, la firma presentó un nuevo EIA, pero ese mismo año, el Servicio de Evaluación Ambiental puso término al proceso por falta de información esencial. De ahí este tercer intento iniciado a fines del año pasado.
Para Fernanda Ochoa, geofísica de la Universidad de Concepción e integrante del movimiento ciudadano Río San Pedro sin Represas (riosanpedro.cl), es difícil entender por qué Colbún insiste en un proyecto de este tipo, cuando la política energética reciente del país ha tenido a apostar por proyectos eólicos y solares.
“Chile pretende apostar por ERNC [Energías Renovables no Convencionales], y las centrales hidroeléctricas de una potencia instalada mayor a 20 MW, no son consideradas como tales en nuestro país. De hecho, a nivel internacional, la ONU, según un informe presentado en el año 2016, entiende como energías renovables a la eólica, solar, biomasa y residuos de energía, biocombustibles, geotérmica, marina y pequeñas centrales hidroeléctricas y expresamente excluye los grandes proyectos hidroeléctricos de más de 50 MW, ya que el impacto medioambiental que este tipo de represas tiene es inmenso”, señala a POLITIKA.
“Colbún se aferra a la Resolución de Calificación Ambiental del proyecto que fue aprobada en el año 2008. Del 2008 al presente, el contexto energético, tanto en Chile como en el mundo ha cambiado muchísimo y sería adecuado que grandes empresas en el área energética, como lo es Colbún, se adapte a estos cambios. Además, mucha de la energía generada en el país va para las mineras del norte, que alberga lugares que reciben la mayor cantidad de radiación solar en el mundo, por lo que deberían aprovechar ese tipo de recursos para generar energía. El agua es un recurso natural que cada vez será más escaso, por lo que intervenir uno de los cursos de agua más importantes a nivel nacional es, por decir lo menos, irresponsable”, añade en diálogo con nuestro medio.
Cerca de 77 kilómetros de longitud tiene el río San Pedro, cauce que nace en el lago Riñihue y desemboca en la bahía de Corral. A medida que se acerca al Océano Pacífico, el torrente adquiere distintos nombres: cuando junta sus aguas con el río Quinchilca, pasa a llamarse Calle Calle; para luego denominarse río Valdivia, una vez que se encuentra con el río Cruces.
La central de Colbún se ubicaría en el río San Pedro, a 14,5 km aguas abajo de la desembocadura del lago Riñihue y a 6 km arriba del puente Malihue. Es justamente el lugar de su emplazamiento uno de los puntos que concentra mas críticas, puesto que allí aconteció el “Riñihuazo”, una serie de deslizamientos de tierra que provocaron tres tacos en el cauce y el bloqueo del desagüe del lago Riñihue, tras el terremoto de Valdivia de 1960 (de magnitud 9.5 grados).
Al respecto, Fernanda Ochoa explica que el “Riñihuazo” no ha sido el único fenómeno natural que ha afectado la zona. “En el año 1575 ocurrió un deslizamiento de tierra que, según estudios geológicos, fue de mayor envergadura que lo ocurrido en 1960. De hecho, en las observaciones realizadas por Sernageomin, se menciona que Colbún dice que el proyecto estaría preparado para controlar un fenómeno similar al Riñihuazo, pero no considera que el lugar donde se quiere emplazar la central tiene datos geológicos de desastres aún más importantes que lo ocurrido en 1960”, relata.
La geofísica expuso la figura adjunta más abajo, en la cual se puede apreciar la masa de tierra removida para 1960 y para 1575.
“Además de estos deslizamientos de tierra de gran envergadura, se tienen registros fotográficos actuales que muestran constantes deslizamientos de tierra en las laderas norte y sur del río, por lo que se reafirma la inestabilidad de éstas por el tipo de suelo que se encuentra en la zona. El Sernageomin también señala que, en el EIA, no se presenta de manera clara como será el comportamiento de las laderas si quedan sumergidas por el embalse lo cual es un punto importantísimo a considerar para ver el riesgo que puede provocar este proyecto”, puntualiza.
En su redacción, el EIA del proyecto da cuenta de una serie de impactos ambientales, como la perturbación de la fauna por el ruido, afectación de los sectores poblados por el tránsito de vehículos y pérdida de flora nativa, entre otras. Consecuentemente, Colbún propuso una serie de acciones de mitigación, “instalación de pantallas acústicas en los receptores cercanos potencialmente afectados por el ruido”, “ahuyentar a los individuos de aquellas especies de buena movilidad” y relocalizar a especies de baja movilidad “en hábitats similares en sitios fuera del alcance del ruido generados por las tronaduras”.
“Si bien como comunidad no se tiene información detallada y registrada de la cantidad de flora y fauna de la zona, el que digan que tomarán ejemplares de algunas especies y que las repondrán con el objetivo de que el impacto no sea tanto, claramente nos parece insuficiente. Además de que no ha sido probado que este tipo de medidas sean exitosas. En el río San Pedro existen especies endémicas, por lo que, el no éxito de estas medidas llevaría a una perdida invaluable de especies propias de la zona”, aclara Fernanda Ochoa.
La integrante de Río San Pedro sin Represas señala además que el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) realizó una serie de observaciones al proyecto. Por ejemplo, respecto del impacto “perturbación temporal de fauna por ruido y aumento de la actividad antrópico”, la empresa de los Matte propone el ahuyentamiento de las especies de fauna silvestre de alta movilidad, previo a las tronaduras por medio del uso de bocinas que sonarán minutos antes de cada tronadura.
Para el SAG, “dicha medida no cuenta con los antecedentes necesarios que justifiquen la efectividad de este tipo de metodología de perturbación para fauna, y el titular no presenta un Plan para esta medida que cuente con información relevante, como la presencia de sectores aledaños que cuenten con el ambiente apropiado para especies objetivo, ni a que especies está enfocada la medida en cuestión, también falta el método de verificación de su desplazamiento, entre otros”.
En sus 10 años de tramitación ante el SEA, el proyecto de los Matte ha cosechado numerosas críticas. En julio de 2015, ocho académicos de la Universidad Austral de Chile (UACh) entregaron una serie de observaciones sobre el proyecto, destacando que el EIA excluye “una zona crítica para el proyecto que está ubicada aguas arriba de la represa y que sería inundada por el embalse, la que corresponde al lugar donde se han registrado recurrentes remociones en masa asociadas principalmente a los grandes terremotos de 1960 y 1575”.
“La ocurrencia de estos deslizamientos ha causado anteriormente el represamiento de las aguas del río San Pedro y, posteriormente, grandes impactos a lo largo de los cauces de los ríos San Pedro, Calle Calle y Valdivia. Estos antecedentes permiten suponer la formación de futuros tacos en este río, los cuales podrían colapsar total o parcialmente afectando la represa y una extensa zona aguas abajo, situación que es abordada de manera muy simplificada en el EIA presentado”, advirtieron los especialistas en geología, ciencias y zoología.
Los investigadores criticaron a Colbún por señalar que el embalse contribuiría a la estabilidad de las laderas del río, aun cuando no hayan presentado estudios científicos que respalden esa premisa. “Adicionalmente, en el plan de prevención de contingencias y de emergencias del estudio de impacto ambiental presentado por Colbún, no se considera el caso en que un aluvión conformado por agua, rocas, sedimentos, y troncos, afecte la represa y deba atravesar las galerías que se dispondrían para evacuar el agua del embalse en caso de emergencia”, afirmaron.
También pusieron el acento en que el EIA en los riesgos volcánicos asociados a una eventual erupción del volcán Mocho – Choshuenco, ubicado a poco más de 50 km de la central proyectada. “Según estudios recientes –explicaron los académicos de la UACh– este volcán tiene una frecuencia de erupciones explosivas cada 150 años, siendo la última la de 1864. Acorde con el mapa de peligros de este volcán publicado por Sernageomin, la zona del embalse podría ser afectada por la caída de material piroclástico, mientras que el lago Riñihue y el río Enco (que une los lagos Panguipulli y Riñihue) están en una zona de muy alto peligro de ser afectadas por lahares y/o lavas, y por flujos piroclásticos con incierta probabilidad de ocurrencia”.
Pese a las observaciones, Colbún consideró en su EIA de diciembre de 2018 que el complejo volcánico no representa un riesgo, puesto que, “en base a los mapas de peligros desarrollados por el SERNAGEOMIN, el área geográfica en que se emplazan las partes y obras del Proyecto en evaluación se encuentran excluidas del peligro quedando al margen de la exposición a material piroplástico y cenizas”.
Desde la Alianza Mapuche Newen Wazalafken también rechazan el proyecto de Colbún, aduciendo el valor espiritual del río San Pedro (Wazalafken) y recordando lo que fue el “Riñihuazo”.
“También se puede rememorar el gran terremoto de 1575 con epicentro en estas fallas, que alcanzó una magnitud de 8.5, el que arrasó con variados lof que habitaban en la ribera del Wazalafken, tal como el lof Collilelfu, ubicado en lo que ahora es el centro de la comuna de Los Lagos; y por último, mencionar el gran terremoto de Concepción del 2010 de magnitud 8.8, que pese a estar ubicado a más de 450 kilómetros de distancia del proyecto Central Hidroeléctrica San Pedro, provocó derrumbes evidentes e importantes en las obras de construcción de esta central. Por lo anterior, es que el proyecto original ni sus adecuaciones, no satisfacen las necesidades de seguridad de la población”, señalaron las siete organizaciones mapuche integrantes de la Alianza.
Relevaron además que en la década que lleva Colbún intentando instalar su proyecto “no ha logrado dar respuesta contundente a las múltiples inquietudes que se han expresado”, según aseveraron en una declaración de enero de 2019.
Al rechazo también se sumaron los alcaldes de Los Lagos y de Panguipulli. El primero, Samuel Torres, recalcó a radio Bío Bío, a comienzos de diciembre pasado, que “este alcalde ha manifestado el rechazo absoluto al proyecto hidroeléctrico Colbún”. Agregó que lo más preocupante “es que cada mega de energía que se produce, se va a las mineras y eso no corresponde. El norte tiene desierto, tiene un patrimonio solar y las mineras debieran hacer una inversión propia”.
Por su parte, el edil de Panguipulli, Rodrigo Valdivia, destacó en diálogo con la estación radial que el destino de la comuna “es eminentemente turístico y sustentable. Por lo tanto, no necesitamos ninguna central hidroeléctrica, que más encima, más que certeza, nos va a entregar inseguridades”.